El largo puente de Pegasus
Aquí estoy disfrutando de la vista de las Sierras, Mágina y Cazorla.
He cometido el mismo error que ayer, encender la televisión
Los helicópteros Pegasus comparten titulares junto al conflicto de Ucrania, la final de Copa y el ahora habitual "Todo va mejor"
Parece que este artefacto "Lo ve todo", por ahora el tráfico, con el tiempo veremos lo que viene.
Siempre me pregunto ¿ Es preciso recurrir a este tipo de persuasión para convencer? y si lo es ¿ En que casos ?
He decidido sentarme al aire libre y disfrutar del sol y la brisa de la tarde. Las golondrinas revolotean activas en la búsqueda de insectos y se aprestan para criar un año más en sus nidos de siempre. Son felices, afortunadas ellas que no tienen tele ni coche y pasan desapercibidas ante las señales de tráfico y las multas.
La solución a los accidentes, como a otros problemas puede hacer escala en el miedo, en el yo no he sido, la culpa es del otro, conmigo no va que "soy de los nuestros" (como exclamó en una reunión un asistente al verse acosado por el resto de compañeros), pero el exito final y las soluciones pasan siempre por nuestras manos.
El otro día mi nieta contaba que habían castigado a un compañero porque había roto una flor de papel y que lo hizo porque se lo había dicho otra amiga.
Surgió la pregunta ,,,, ¿ No deberían de haber castigado a la amiga?
Ella contestó Si, pero a ella no la han visto.
La frescura de los niños y la nostalgia son dos motores de inspiración, y mirando el azul del cielo con esta luminosidad que aprecio de forma especial en el Sur, deseo buena suerte a Pegasus que tendrá una ardua labor mientras que sigamos pensando en que lo importante es que no te vean, en lugar de hacer las cosas como es debido.
Los Pegasus que sobrevuelan... y el mensaje de los medios "Ojo que alguien lo ve todo" es tan viejo y tan joven como la humanidad.
Sonrio para mis adentros, mientras miro a los pájaros haciendo vuelos acrobáticos para alimentarse de insectos.
martes, 22 de abril de 2014
lunes, 14 de abril de 2014
Las cartas
Las
cartas se concebían con un viaje de por medio, con dos personas que se querían
comunicar, con mensajeros portadores de noticias, sin espacios insalvables que las
separaran.
Fotografías
de momentos de sentimiento, borbotones de palabras en forma de letras que
alguien quiso haber pronunciado, a veces en voz alta, a veces susurrando, con
calma, con ira, con dulzura o airadamente.
Recuerdos
de escritos constatando un momento de la realidad, inmóviles en el tiempo diciendo
lo que alguien quiso comunicar, a veces quedaron en simples letras porque quien
escribió no tenía nada que decir.
Internet
ha transformado muchas de nuestras percepciones. Antes las mañanas, el
desayuno, la comida, cualquier evento era bueno para pensar que el cartero
podría traer cartas, algunas como las que cantaba Moustaki. Dichoso quien era propietario
de un buzón, las cartas llegaban o no, en cualquier caso siempre se antojaban
pocas y siempre cabía la duda de que alguien las hubiera perdido.
Ahora
todo es inmediato, dicen que lo primero que hacemos nada más levantarnos es
mirar el whatsapp para ponernos al día de lo que puede haber pasado desde que nos
fuimos a dormir. A partir de ahí todo es consultar de vez en cuando, ya se ha
despejado la duda del extravío.
En
común el contenido, ahora corto, rabioso, y acelerado, antes más reposado y
meditado.
¿Dónde
están ahora las cartas escritas y no enviadas, o sencillamente las pensadas y
no escritas? algunas eran parte del alimento diario y ayudaban a vivir espacios
y tiempos complicados.
¡Siempre
dos personas, cada una a un lado, enviar y recibir!
La
época de las cartas enseñaba a esperar, a convivir con los silencios, a saber
lo maravilloso que era recibir un sobre, aún sin saber qué diría. Era un
momento en el que no se podía controlar el instinto, había que abrir la carta
inmediatamente. El contenido era el preámbulo de un segundo acto de una obra
que tuvo principio y cuya trama, nudo y desenlace estaban pendientes de ser moldeados
por el destino y sus protagonistas. Los mensajes de ahora son párrafos de una
página.
Escribir
era pensar, recorrer mil rincones que acaban en la mano rellenando párrafos,
uno tras otro. Las luces se iban apagando, el silencio y la obscuridad se iban
apoderando del ambiente, el bolígrafo, el papel y la imaginación eran los
únicos jinetes que galopaban en la noche.
Una
a una, una tras otra, aquellas cartas que todos escribimos en las que pusimos ojos,
manos y corazón, sin solución se hicieron pedacitos pequeños y fueron arrojadas
a la basura.
Se
fueron las cartas y quedó el recuerdo vago de años. Esas cartas presentes o no
forman parte de nuestro día a día, de una vida que trasciende un pasado.
Todo
se ha hecho más aséptico y eficiente, ya no hay que doblar el papel, meterlo en
el sobre, lamer el filo engomado, pegarlo, ir al estanco, comprar el sello, dar
un paseo hasta el buzón, meter la mano en la boca del león, dejarla caer, recogerla,
clasificarla, ponerla en ruta, recogerla en la ciudad de destino, repartirla y
depositarla en un buzón. Es todo más simple, escribes una líneas y zas… ahí,
inmediato, el destinatario recibe un aviso, con un ruido variado, no importa si
está en el cuarto de baño, en el cine, trabajando, durmiendo, pelando las patatas
o conduciendo, cualquier momento es bueno para recibir un mensaje.
La
falta de cobertura, la inexistencia de wifi al alcance, se considera un
desasosiego, una catástrofe que nos hace perder la seguridad de la inmediatez. Que
es de nosotros si no tenemos un teléfono en la mano, todo está perdido.
Olvidamos
a menudo cosas tan sencillas como que el sol aparece por el Este cada día y que
el silencio fabrica la imaginación y los sueños.
miércoles, 9 de abril de 2014
Buenas noches Malasia siete, tres, cero
Fueron las últimas palabras oficiales de ese vuelo,
emitidas desde la cabina en medio de la noche, entre nubes, divisando las
estrellas y la luna en cuarto creciente, debajo el mar de la China.
Pasajeros en la noche, en ese estado que media entre
la vigilia y el sueño. Doscientos veintisiete sueños multirraciales que pasaron
del cielo al fondo del Océano Indico entre Asia y Oceanía.
En algún lugar del desierto del limo marino reposan todos,
desaparecidos, sin distinción de sexo, raza y condición. Allí no llega el
whatsapp ni los todopoderosos ojos de los satélites. Los seres humanos que
asistimos expectantes a las noticias, volvemos a recibir otra lección, volvemos
a sentirnos pequeños con este acontecimiento.
El espíritu de los tripulantes, con toda su consola
de ordenadores, interruptores y botones, se habrá unido al de tantos marineros
que vagan cada día y cada noche acompañando los rizos de las olas.
En la escuela había mapas en la pared, un mapa de
España y Portugal, con las regiones de entonces, siempre me resultaba llamativo
la distinción de Castilla la nueva y Castilla de vieja, me pregunto todavía en qué
consistía esa edad Regional, cuál era el límite de “lo Nuevo” “lo viejo”. El
otro mapa, un mapamundi como una naranja dividida en dos mitades, a la
izquierda América y a la derecha España, África, y el resto una nebulosa para
mí. Un buen día dejé de verlos, cuando fui al Instituto.
He tenido que buscar varias veces en Google maps
para mirar a vuelo de pájaro ese lugar del mundo que cada día se mostraba ante mí
en la pared de la escuela, al que nunca presté atención, nunca sentí esa
necesidad, ya me parecía lejano Madrid, como para entender que era y donde
estaba Oceanía.
Mapas, espacio, tiempo, clases de Geografía, los
ríos de España, las Cordilleras, las provincias, y los trópicos, de Cáncer y de
Capricornio hacía donde se dirigía el vuelo.
Líneas imaginarias como las fronteras, como la
división del mundo con la raya trazada a 370 leguas al oeste de Cabo Verde para
asignar el mundo. Oriente para Portugal y Occidente para España, así se
repartían los terrenos a conquistar, todo por conocer, todo por explorar.
Hace 500 años apenas, New York no estaba en el mapa,
ni Sao Paulo, ni Buenos Aires, ni Lima, ni Santiago,,,,,, América estaba por
venir y fueron cascarones de nuez los que hicieron ese milagro. Asia y Brasil
estaba reservado a Portugal y sus cascas de noz.
Pilotos, cartas náuticas, los mapas de la pared y
ahora Google maps, tienen algo en común, solo miran la superficie, el fondo de
las personas y del mar todavía es un misterio,
Cinco siglos después con este suceso volvemos a ser
el ser humano lleno de cuestiones, el mundo todavía acaba en Finisterre.
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