Se acercaba el
fin de mes y había que calcular lo que quedaba en el bolsillo y en la cuenta
para no tener que pedir un anticipo, esperaba cobrar pronto.
El reparto de la nómina recordaba
a la cabalgata de los Reyes Magos, la encabezaba el Sr. Cajero en el papel de
Rey Mago, en cierto modo se parecía a Melchor con su pelo blanco y sus buenos
modos, le acompañaban un par de pajes que portaban un cajetín donde iban los
sobres con el dinero y otro con los extractos de la nómina y los retirés.
Llegaban a su mesa o a alguna
cercana y todos se íban aproximando para retirar el sobre y firmar. Siempre
decían, contadlo, contadlo.
Hacia cuentas con lo que tenía
que pagar en la pensión, con las 5 pesetas del billete de metro de ida y vuelta
y algún pequeño gasto más. A pesar de los cálculos las 3.000 ptas. daban para
lo que daban.
Mientras Crisanto hacía números y
números sonó el timbre que había en la pared al lado de su
mesa.
Miró al panel y vio el número 1.,
era el de D. Eufrasio, el Director más veterano con unos setenta años a su
espalda que apenas salía de su despacho que siempre permanecía con la puerta
cerrada.
Pulsó el botón para que el número
bajara y se dirigió a la puerta, tocó con los nudillos, toc, toc.
Adelante, adelante, pase
Buenos días Crisanto,
Buenos días D. Eufrasio
Mire le agradecería que ingresara
este dinero en la cuenta de mi hijo en la Sucursal.
Sí Señor.
Recogió el dinero, el impreso de
ingreso que ya venía cumplimentado y se
dirigió a la Sucursal con un paso rápido porque no podía ausentarse mucho
tiempo de la recepción.
Esperó a que una ventanilla se
quedara libre, eligió la fila más corta y esperó turno detrás de una Señora que
no paraba de hablar al empleado. Por fin le tocó a él.
El ventanillero contó dos veces el
fajo de billetes de 1.000 pesetas, había 49 cuarenta y nueve y en el impreso
constaban 50, si, cincuenta mil pesetas, de las de entonces.
Mira, faltan 1.000 pesetas ¿Qué
hacemos?
El corazón le
subió por la garganta y como un relámpago contestó:
Ingrese Usted lo que viene y
rectifique el impreso, o lo rectifico yo.
Es mejor que lo hagas tú.
Crisanto tachó cincuenta mil y
puso cuarenta y nueve mil y luego hizo lo mismo con los números.
En ese minuto le pasaron mil cosas
por la cabeza, si hacía bien, si hacía mal, si el billete se le habría caído,
que pensaría el Director, sólo estaba seguro de una cosa, él no se lo había
quedado y que ese importe eran diez días de su trabajo, 200 billetes de metro
de ida y vuelta.
Volvió deprisa y antes de volverse
a sentar llamó otra vez a la puerta de D. Eufrasio,
¿Se puede?
Adelante Crisanto, adelante
Aquí le traigo el resguardo del
ingreso, es por 49.000 pesetas, es lo que había.
D. Eufrasio miró el resguardo y
luego a él diciéndole, “Bueno, gracias.”
El resto del día y los tres
posteriores que faltaban para la nómina ya no volvió a pensar en el dinero, es
más lo detestó profundamente. Recordaba cada día la mirada enigmática y a la
vez serena de aquel hombre que no volvió a pedirle nada durante la semana,
mantuvo siempre sus educados buenos días antes de las ocho de la mañana y a la
hora de marcharse a las dos y media, con su ABC debajo del brazo.
Llegó la nómina el sábado y ese
fin de semana hizo un extraordinario, compró un paquete de Rex y se fue de
discoteca con los amigos. El tabaco, el cubalibre y el baile apretado con
aquella chica de Surbatán sirvieron para hacerle olvidar durante unos momentos
la mirada del ventanillero y la de D. Eufrasio.
El lunes volvió al trabajo y el
primero en llegar después de él fue D. Eufrasio, como de costumbre.
A las ocho y media sonó el timbre,
entonces no tuvo que mirar al panel porque sólo estaba el número 1, fue al
despacho directamente, era la primera vez que le llamaba después de la petición
de ingreso de la semana pasada.
¿Se puede?
Si, pase, pase.
Le llamo para decirle que mi hijo
me ha dicho que fue él quien cogió las mil pesetas, me las dio por la noche y
por la mañana muy temprano se iba de viaje, se dio cuenta que llevaba poco
dinero y las cogió. Volvió ayer que fue cuando le pregunté.
Crisanto se quedó en silencio y
agradeció el gesto de decírselo, luego fue a contárselo al ventanillero que le
dijo, vaya días que te han hecho pasar.
Sonrió y respondió; ni teniendo
las 1.000 pesetas las habría puesto, lo que había era lo que había.
La verdad es que la nómina en aquellos tiempos era algo muy esperado, para la gran mayoría de nosotros. (Quién no recuerda la frase ¿Cuándo cobramos? )
ResponderEliminarEn este artículo se describe también muy bien como la famosa “cabalgata de los Reyes Majos” y que en tantas ocasiones por desgracia ya habíamos “saqueado” con los archiconocidos Anticipos, porque eran muchas las veces que no teníamos más remedio que hacerlo.
Pero por lo que vemos en esta historia, no solamente los Crisantos teníamos estos problemas, como bien se aprecia, los hijos de los D. Eufrasios, también algunos los tenían por lo que se ve, estaban en esa misma acera.
En fin todo una pena, lo de las pelas.
Un abrazo a todos,
Pedro García Biedma