domingo, 12 de octubre de 2014

La Saga de la Puente - Una entrada inesperada - Idea de Eduardo Gotor - Ilustra Jesús de la Puente

Miraba fijamente a la puerta de la Sucursal y se preguntaba por qué seguía cerrada a esa hora, alguien se lo había dicho mal o el no lo había entendido.
Los días del Colegio quedaron atrás, había pasado la prueba de cultura general, el dictado, el test psicotécnico, la suma, la resta, la multiplicación, la división. Había entregado el permiso paterno, el certificado facultativo asegurando que estaba vacunado contra la viruela y que no padecía enfermedad contagiosa o infecciosa y que los trabajos a los que se iba a dedicar no eran superiores a sus fuerzas. Había firmado el preceptivo documento dirigido al Sr. Jefe de Personal en el que consideraba un honor haber entrado a formar parte de la plantilla del Banco y por eso se comprometía a obrar siempre en el Banco con aquel concepto no sólo en lo que se refería a sus obligaciones laborales sino a realizar el trabajo con toda seriedad, traducida incluso en la forma de vestir en general, que habría de ser austera, sin extravagancias ni exageraciones, así como también en lo referente a el aseo personal que se ceñiría a las mismas normas de exquisita corrección.
La noche anterior había sido larga, sueños de momentos en la niñez y expectativas, imaginaciones de lo que el día siguiente depararía. Vueltas de un lado a otro, un duermevela en el que la obsesión de no despertarse a tiempo le asaltaba, miraba de reojo al gran despertador que señalaba las horas con sus manilla fosforecentes.
Antes de que sonara el despertador ya había encendido la luz, allí estaban sobre la silla los pantalones, la camiseta, la camisa, los calcetines, los calzoncillos, el jersey, en fin la muda entera. Era de noche y pronto aparecieron los padres, la madre preparó el café con leche y puso pan a calentar, pero solo tomó unos sorbos, los nervios le recorrían la tripa. Todavía quedaba el metro, y la incógnita de quién lo recibiría.
La puerta sonó tras ponerse el gabán y tras de sí su madre, gritando el bocadillo, el bocadillo de tortilla. Retrocedió, lo recogió y sintió la pringue del papel de periódico que recubría el papel marrón de la panaderia.
Su primera prueba fue defenderse de los empujones dentro del vagón del metro, donde tuvo que improvisar dotes de artista de circo para no mancharse él ni untar a los compañeros de vagón.
Por fin vio las primeras luces del día otoñal y se dispuso a cruzar la plaza, enfrente estaba la Oficina, majestuosa, con su letrero que ya se veía a lo lejos. Se acercó lentamente hasta llegar a la puerta, eran las siete y cuarto y no se veía movimiento adentro.
El tiempo se le hizo eterno dando vueltas por el barrio hasta las ocho menos diez, entonces se quedó de pie mirando fijamente la fachada para ver si comenzaban a entrar los compañeros.
La luz comenzó a iluminar la plaza pasadas las ocho y en su desconcierto sentía con desasosiego como su mano izquierda se iba haciendo más y más grasienta.
Decidió comerse el bocadillo, se sentó en un banco, fue desenvolviéndolo con cuidado para no mancharse más las manos ni la ropa, finalmente hincó el diente sobre el pan esponjoso que rezumaba restos de aceite y tortilla. En ese momento vio abrirse la puerta de la Oficina. Un Señor con corbata se dirigía hacia él con paso firme y rápido, se le hizo una bola en el gaznate.
¿Eres el nuevo botones?
Si.
Te estoy viendo desde la ventana desde las ocho menos diez, son casi las nueve. ¿A que estas esperando para entrar? Y para colmo te pones aquí a comerte el bocadillo delante de toda la Sucursal que te está mirando.
Es que no veía entrar a nadie.
Claro. La puerta de entrada para los empleados está por detrás del edificio. Venga para dentro artista.

Basado en una idea de Eduardo con Ilustaciones de Jesús, excelentes amigos y compañeros. Dedicado a Gabi y a todos los que todavía recuerdan su primer día como botones.

3 comentarios:

  1. Está muy claro Amigo Rodri, quién es este “artista” botones, con dos …. ¿A que sí?
    Un abrazo, EL RABINO. jejeje

    ResponderEliminar
  2. Menudo artista el "personaje"
    Crisanto I, II, III, IV...
    Que tiemble torrente!!!

    Que bueno!!

    ResponderEliminar
  3. Recuerdo el primer día de trabajo, fue un sábado 3 de agosto de 1.968, a las 8 de la mañana ya llevaba en la puerta por lo menos diez minutos, no entraba nadie y yo pensaba y pensaba, estaba a punto de darme algo cuando llego el cobrador a las ocho y veinte, y me dijo: los sábados se entra media hora más tarde, q susto me lleve. Saludos

    ResponderEliminar

Añade tus comentarios