miércoles, 15 de octubre de 2014

La Saga de la Puente - El dia despues – Expediente X - Idea de Eduardo Gotor - Ilustra Jesús de la Puente

Crisanto abrió la cartera y se le heló la sangre al verla vacía. Su segundo día había sido mejor hasta ese momento, ahora el caos se había apropiado de el.

Era tal y como contaba el libro de Historia Sagrada:
 “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra, Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espiritu de Diós se movía sobre la faz de las aguas”.
Sólo ese Espiritu podía sacarle del apuro.

Hizo memoria y recordó como el día anterior el Interventor que le condujo hacía la Oficina se había ofrecido amablemente a hacerle un Expediente, algo que le sonó fatal y que le hizo volver a casa acongojado.

Esa misma mañana le habían ordenado llevar la Cámara a la Oficina Principal, ¿Cámara?, ¿Qué Cámara?. Resultó ser una cartera de cuero grande, cerrada, con dos hebillas y un asa gastada por las manos de sus antecesores.

Había atravesado las arterias principales de la ciudad sintiendo que todo era distinto en la calle a esa hora de la mañana de un día laborable, incluso la gente le parecía distinta

Llegó a la Oficina principal, subió las escaleras y encontró el Negociado de Cámara, abrió la cartera y estaba vacía. Un vacio con color y sabor a caos, como el del Génesis.

El apoderado le miró por encima de las gafas de cerca y le dijo ¿Qué te pasa?

Fue incapaz de contestar, se quedó mudo y pálido, paralizado. Se encomendó a Dios.

Se hizo un silencio y sintió que las miradas de todos los empleados que estaban alrededor se clavaban en su espalda.

Antes de que pudiera decir nada, apareció el Espiritu que esperaba, en forma del otro Botones de su Oficina que irrumpió rojo y agitado en la planta gritando, aquí, aquí está la Cámara de la Oficina de la Oca.

Una vez hecha la entrega, le dijo en voz baja:
He tenido que venir a todo correr en un taxi, el Sr. Martinez ha dicho que te va a matar. 

El pobre Crisanto, por segundo día consecutivo, se adentró en la boca del metro para volver a su casa y mientras bajaba notó que los escalones se emborronaban con sus lágrimas. 





Agradecimientos a Eduardo por la idea y a Jesús por la ilustración

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