domingo, 5 de octubre de 2014

Confusiones

El sonido de algo extraño hizo que la cabeza de Hipólito viajara inmediatamente hacia la imagen de la calavera que se movía de forma errática sobre el césped que rodeaba las tumbas del patio de entrada del cementerio.

Aquella historia que le contaron se le quedó grabada para siempre.

Hacía mucho tiempo que la ruta de su ronda no contaba con aquel edificio apartado, sobrio y con dos accesos, serio, adusto, austero, poco atractivo para un delincuente habitual, además ¿Quien podría tener interés en un sitio que solo albergaba papeles, aunque fueran financieros y muy solemnes?. Ese atisbo de voz lejana provenía de allí.

Comenzaba el verano y los grillos y chicharras camuflados entre los pinos rodeaban todo con sus sonidos y amortiguaban el resto de ecos, pero parecía una voz humana.

Recordó aquellas guardias de la mili, noches de lluvia en las que todo parecía un enemigo, el eco de las gotas de agua sobre las hojas secas del otoño, el zumbido del viento, la tronera de la garita y la obscuridad que sola fabricaba enemigos a la medida de la imaginación, el sabor recio del trago de aquello que se llamaba coñac, antes de salir del cuerpo de guardia.

La puerta principal de la casa del conserje del cementerio lindaba con la carretera que venía del pueblo- Detrás, con salida por la cocina, otra puerta con un cerrojo se comunicaba con el campo santo. Diariamente, antes de dormir se aseguraba que las dos estaban cerradas, Esa noche oyó un ruido, se asomó por la ventana pero no vio nada, notaba un toc toc insistente y hueco tocando en la parte inferior de puerta. Abrió y se quedó petrificado, el ruido lo producía una calavera que al empujarla con la hoja de la puerta salió corriendo haciendo eses por la hierba. Se adentró unos pasos en el patio siguiendola con la mirada y de repente un sudor frío le invadió la frente y el labio superior, sintió nauseas y vómitos. Se volvió para regresar a la estancia sintiendo una opresión en el pecho mientras escuchaba tras de sí un golpe hueco en una tumba, se ahogaba, aún así giró la cabeza y apenas tuvo tiempo de observar como el craneo se había puesto del revés al chocar con una cruz de marmol frio, mientras de debajo salía una rata que confundida, desapareció rápidamente.

Hipólito se acercaba al sitio de donde provenía la voz mientras evocaba esos recuerdos. Se detuvo y de nuevo emergió una voz gastada, casi afónica, de ultratumba, ininteligible, después silencio y de nuevo los mismos rumores del pinar.

Dirigió sus pasos hacia el edificio rodeado por los arboles en la mas absoluta oscuridad, ni una bombilla, solo su linterna. Procuraba caminar sin hacer ruido para poder escuchar mejor la voz que ahora permanecía en silencio.

El rayo de luz fue recorriendo lentamente las paredes de abajo arriba, de arriba abajo y a los lados, sin que nada ni nadie apareciese.

Se quedó pensativo y expectante, retrocedió para marcharse cuando ya pudo oír con mas claridad un Socooorrooo lánguido, exangüe, aniquilado. Echó a correr y dio la vuelta a la fachada y gritó "Quien vive"

Aquí, aquí, la voz venía de una ventana del primer piso, la luz de la linterna apuntó a unas manos que se movían desesperadamente. Aquí, aquí..

¿ Que pasa .?

Me he quedado encerrado.

¿ Como es eso ?

Bueno es que los sábados preparamos algo de picoteo con un poco de vino, a la vuelta me ha entrado sueño y me he quedado dormido en la camareta. Cuando he despertado ya estaba anocheciendo y no había nadie, no hay luz, ni agua porque se cortan para evitar accidentes y por mucho que he gritado
nadie me oía y la centralita del teléfono también está desconectada, menos mal que ha llegado Usted.

Veré que puedo hacer porque yo no tengo las llaves, y a estas horas de la madrugada no es cuestión de ir despertando a nadie, aquí le dejo mi bocadillo.Veo un botijo dos ventanas mas allá, compruebe si está lleno.

El cautivo empinó el botijo y al sentir el chorro de agua supo que podía estar mas tranquilo, después de un mordisco al bocadillo, el sabor a aceitunas de la mortadela le trajo recuerdos.

En el fondo de la nave, mientras tanto, una rata movía su hocico mientras olfateaba una pila de papeles.

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