lunes, 10 de noviembre de 2014

La Saga de la Puente - El ascensor - Idea de Eduardo Gotor - Ilustra Jesús de la Puente

Era el día esperado, todo estaba pensado, había cuidado hasta los más mínimos detalles.

Crisanto, mientras rebobinaba el hilo de cada movimiento que tenía que hacer, se preguntaba por qué su jefe D. Celedonio había depositado tanta fé en él y le asignaba la misión más delicada del equipo.

Le atormentaba la pesadilla de la noche anterior que lo hizo despertarse en el momento en que el Director tropezaba y se caía de bruces al salir del ascensor. Se quedó inmóvil, no sabía que hacer ni que decir, salvo intentar socorrerlo y levantarlo. Los ensayos repetidos de la semana pasada no habían servido para nada.

La secuencia era siempre la misma en boca de D. Celedonio:

Primero.- Asegura que nadie coge el ascensor después de las nueve menos cuarto aunque D. Belarmino llega a las nueve en punto se puede adelantar y se produciría un conflicto si coincide con alguien. Si viene otra persona,  no te pongas nervioso, abre la puerta y di que está reservado para el Director que está llegando.

Segundo.- Cuando veas aparecer al Jefe dale los Buenos días, le abres la puerta, lo dejas pasar, entras, luego cierras la puerta interior y pulsas el botón de la primera planta.

Tercero.- Al llegar a la primera planta abres, con cuidado, la puerta interior y luego la exterior. Asegura que estás al ras de suelo, entonces sales tú primero, mantienes la hoja de la puerta exterior sujeta con la mano y la otra pegada al cuerpo. Cuando se marche D. Belarmino le dices:

Que tenga Vd. un buen día.

D. Celedonio le arengaba recordandole que era el representante de todo un equipo, que tenia que cuidar su imagen, estar bien peinado, con la guerrera limpia, los botones abrochados y brillantes, los zapatos relucientes. Somos el espiritu de la Oficina Principal de la capital de provincia.

Crisanto debutaba, estaba expectante, miraba hacia las escaleras que daban a la puerta por donde aparecería el Director.

Le vio llegar con paso diligente, firme, seguro, ataviado con su traje azul marino recién planchado, impoluto que completaba con el resto de detalles, corbata, gemelos, reloj de cadena. Su semblante era serio y al mismo tiempo correcto, dió los Buenos días un par de veces hasta llegar al ascensor.

Crisanto puso en marcha el protocolo.

Primero dió los Buenos días que fueron contestados con otros Buenos días. Luego abrió la puerta y cedió el paso. Don Belarmino se acomodó en el fondo del ascensor mirando de frente a la puerta y de reojo al nuevo Botones que la vió cerrarse. Transcurrieron unos segundos, todo quedó en silencio, hasta que el Director lo rompió diciendo en voz baja y contenida:

Si cierra Usted la puerta de dentro, algún día subiremos.

No podía creer que se hubiera olvidado de cerrar la puerta interior. Su corazón se aceleró y comenzó el torbellino de ideas a mil por hora,,,, Ahora, pensaba el atribulado Crisanto, cuando lleguemos ¿Le tengo que dejar pasar? ¿Cómo lo hago en un espacio tan estrecho? ¿Paso yo primero y le espero?. Volvieron a su frente los sudores terribles de la duda y la inseguridad, mientras el trayecto a la primera planta se hacía interminable. Entre tanto dilema, sólo tenía claro que no podía fallar más.

Abrió precipitadamente la puerta interior, unas milésimas de segundo antes de que el ascensor llegara a su destino, sin reparar que había quedado un escalón entre el piso del ascensor y el de la planta. Luego, al empujar la puerta acristalada exterior tropezó, cayendo de bruces en el suelo, eso sí evitando con su mano izquierda que se cerrara.

Cuando se recuperó del aturdimiento y se levantó D. Belarmino ya había desaparecido y no le quedó tiempo para finalizar el protocolo y desearle un buen día, tal y como estaba previsto. Pensó que diría y qué pensaría de él, ahora tenía que contárselo a su mentor.

El mundo de Crisanto entró en la frontera de las tinieblas que provocan las sensaciones angustiantes y pensó que toda la Oficina conocería la escena aún sin haberla presenciado. La pesadilla del día anterior la había sustituido esta realidad.

Cuando lo explicó a D. Celedonio éste ya conocía el suceso y sonrió diciendo; no te preocupes ya me lo han contado. Recuerda que lo peor no es lo que te ha pasado, lo peor es que no le veas la parte buena y sepas reírte de la situación. Hoy te has hecho famoso, eso no está al alcance de todos.

Siempre tuvo presente que en los subes y bajas de la vida es preciso conservar el buen humor.

Ahi empezó el ascenso meteórico de Crisanto.





2 comentarios:

  1. *En esta buena escena que se cuenta aquí del ascensor, creo que es algo que nos retrata
    fielmente tal y como somos casi todos nosotros.

    En ella se reflejan nuestros errores, carencias, torpezas y todos nuestros sueños y
    preocupaciones.

    Al final queda muy claro, que todas nuestras realidades del momento trastocan casi
    siempre nuestros queridos planes.

    Pero en fin, así es realmente la vida.

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