miércoles, 9 de abril de 2014

Buenas noches Malasia siete, tres, cero

Fueron las últimas palabras oficiales de ese vuelo, emitidas desde la cabina en medio de la noche, entre nubes, divisando las estrellas y la luna en cuarto creciente, debajo el mar de la China.
Pasajeros en la noche, en ese estado que media entre la vigilia y el sueño. Doscientos veintisiete sueños multirraciales que pasaron del cielo al fondo del Océano Indico entre Asia y Oceanía.
En algún lugar del desierto del limo marino reposan todos, desaparecidos, sin distinción de sexo, raza y condición. Allí no llega el whatsapp ni los todopoderosos ojos de los satélites. Los seres humanos que asistimos expectantes a las noticias, volvemos a recibir otra lección, volvemos a sentirnos pequeños con este acontecimiento.
El espíritu de los tripulantes, con toda su consola de ordenadores, interruptores y botones, se habrá unido al de tantos marineros que vagan cada día y cada noche acompañando los rizos de las olas.
En la escuela había mapas en la pared, un mapa de España y Portugal, con las regiones de entonces, siempre me resultaba llamativo la distinción de Castilla la nueva y Castilla de vieja, me pregunto todavía en qué consistía esa edad Regional, cuál era el límite de “lo Nuevo” “lo viejo”. El otro mapa, un mapamundi como una naranja dividida en dos mitades, a la izquierda América y a la derecha España, África, y el resto una nebulosa para mí. Un buen día dejé de verlos, cuando fui al Instituto.
He tenido que buscar varias veces en Google maps para mirar a vuelo de pájaro ese lugar del mundo que cada día se mostraba ante mí en la pared de la escuela, al que nunca presté atención, nunca sentí esa necesidad, ya me parecía lejano Madrid, como para entender que era y donde estaba Oceanía.
Mapas, espacio, tiempo, clases de Geografía, los ríos de España, las Cordilleras, las provincias, y los trópicos, de Cáncer y de Capricornio hacía donde se dirigía el vuelo.
Líneas imaginarias como las fronteras, como la división del mundo con la raya trazada a 370 leguas al oeste de Cabo Verde para asignar el mundo. Oriente para Portugal y Occidente para España, así se repartían los terrenos a conquistar, todo por conocer, todo por explorar.
Hace 500 años apenas, New York no estaba en el mapa, ni Sao Paulo, ni Buenos Aires, ni Lima, ni Santiago,,,,,, América estaba por venir y fueron cascarones de nuez los que hicieron ese milagro. Asia y Brasil estaba reservado a Portugal y sus cascas de noz.
Pilotos, cartas náuticas, los mapas de la pared y ahora Google maps, tienen algo en común, solo miran la superficie, el fondo de las personas y del mar todavía es un misterio,
Cinco siglos después con este suceso volvemos a ser el ser humano lleno de cuestiones, el mundo todavía acaba en Finisterre.

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